domingo, 27 de septiembre de 2009

La vida detrás de un velo

Es habitual que cuando mujeres de otras culturas criticamos la situación de nuestras iguales en el Islam, seamos despachadas con frases como: "Son sus costumbres" o con un "la cosa ya está cambiando". Sin embargo, yo desde mi posición, observo un inmovilismo abrumador. Mientras que los derechos de la mujer occidental se han ido adaptando a los nuevos tiempos, el trato que reciben las musulmanas hoy por hoy es prácticamente el mismo que hace 100 años.


En el matrimonio, la mujer vive en un perpetuo estado de sumisión encaminado a la satisfacción del marido, llevado a su máximo exponente con la legitimidad de la violación dentro del matrimonio. Y, ojo al dato, el marido puede divorciarse si ella contrae una enfermedad grave como la lepra, locura, ceguera o si queda mutilada. Sin embargo, nuestras hermanas no pueden anular el matrimonio. Aunque él tenga la lepra, se vuelva loco o ciego, la tenga pequeña o le falte el cerebro.

Sobre el tema de la vestimenta, sólo diré que prohibir el velo a las mujeres islamistas que habitan en occidente me parece un grave error. Se dice que el velo es un símbolo religioso, y yo creo que realmente lo es. Aunque también abarca más razones que las religiosas, entre ellas la discriminación de la mujer. Pero si nuestro objetivo es erradicar esta clara marginación, ¿lo conseguiremos eliminando algo que sólo es un signo externo de la misma? ¿O esta ley sólo serviría para que los musulmanes defendieran con uñas y dientes su derecho a tener costumbres y cultura propia?


Una religión es algo tan profundo como un sentimiento, una creencia que se remonta tan atrás que es muy difícil cambiarla. Cambiar que nuestras hermanas tengan obligación a todo... y derecho a nada. Que se les niegue todo por lo que merece la pena vivir. Actividades como trabajar, salir de casa, decidir sobre su propio cuerpo, leer, estudiar... son sólo pequeñas muestras de lo que se les prohibe hacer. Por eso, no es de extrañar que Afganistán sea el país con mayor número de mujeres en el mundo que se suiciden. No importa la edad, estado o condición social del marido. Y es que, cuando te quitan el derecho a disfrutar tu propia vida, ¿cuál es la única salida?

domingo, 20 de septiembre de 2009

A cámara lenta

Hace unas semanas leí una frase del gran Dalai Lama que me dejó sin palabras por la verdad de su contenido. Rezaba así: Los hombres son lo que más me sorprende del mundo, puesto que por pensar ansiosamente en el futuro no disfrutan del presente, por lo que no viven ni el presente ni el futuro.

La vida es esto. Pasar por la piel de las cosas, sin llegar a profundizar en ellas. Comer mientras ves la televisión o aprovechar para hablar por el móvil mientras caminamos hacia algún lugar son actos habituales del día a día. Creemos que con un sms semanal ya prestamos toda la atención necesaria a un amigo y un ¡Hola! acelerado desde la otra acera es una buena forma de saludar a un viejo conocido. ¿Nunca habeis pensado que algo no funciona? ¿No os habeis preguntado si nos hemos equivocado al organizar nuestra vida de modo que haya que ir siempre corriendo?

El periodista canadiense Carl Honoré sí que lo ha hecho en su libro El elogio de la lentitud. En él nos enseña y analiza el llamado Movimiento Slow, que básicamente consiste en que la lentitud no es la ineficacia, sino el equilibrio. La cuestión no es hacerlo todo más despacio, es correr cuando es necesario y ser lento cuando es nuestra mejor opción. El caso es que muchas personas ya se han unido a este movimiento defendiendo estos ideales, convirtiendo el libro de Honoré en un best seller mundialmente reconocido.


Yo lo que opino, desde mi parsimonia adolescente, es que tal vez por tanto correr vivamos sólo cuando dormimos, y aplacemos la felicidad postergando esos momentos gratificantes que necesitamos para ser básicamente personas. Tal vez con tanta prisa nos estamos perdiendo todo por lo que realmente merece la pena vivir: el afecto, los pequeños detalles, la ilusión de lo que se avecina... Como dice aquel adagio italiano: chi va piano va sano e va lontano; chi va forte va a la morte, es decir, quien va despacio llega lejos, quien va rápido directo a la muerte.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Gripe A: ¿Pandemia interesada?

Esto se nos está yendo de las manos. Los políticos nos advierten del riesgo mortal de la enfermedad, los informativos nos taladran día a día con cada mínima novedad relacionada con esta gripe, hemos llegado al punto que hasta han llegado a insinuar que darse dos besos al saludarse puede ser peligroso. Pero yo me pregunto: ¿Son necesarias todas estas precauciones? Repasemos un poco las estadísticas. Los muertos en España no superan la treintena. La mortalidad es tres veces más elevada en la gripe común. En todo el mundo mueren 4 millones de personas al año de diarrea o malaria, muertes que se podrían evitar con un medicamento que no supera los 25 cent. ¿Y cuántas de estas personas son noticia o encabezan algún titular? Ninguna.


Entonces, ¿qué hay detrás de todo esto? Si abrimos un poco los ojos nos daremos cuenta de que el revuelo que está provocando la gripe A o gripe porcina ya lo causó hace algunos años la gripe aviar. La OMS predijo en su día 7.4 millones de muertes en todo el mundo por la gripe aviar. El presidente de EEUU (en ese momento George Bush) negoció un contrato millonario con una empresa farmacéutica para distribuir el medicamento "Tamiflú" para varios tipos de gripe, entre ellos la gripe aviar, causando verdadero pánico en la población de todo el mundo. ¿Sabeis cuantas personas murieron de las previstas por la OMS? 384. Y ahora la historia se vuelve a repetir. La insistencia mediática con la gripe A parece inagotable. Pero, ¿Por qué? Casualmente, el "Tamiflú" que tantos beneficios generó en su día a los gobiernos y empresas farmacéuticas es también válido para esta nueva gripe. ¿Y qué mejor forma de comercializar de nuevo este medicamento que generar miedo e incertidumbre para provocar una necesidad?

Por favor, no nos dejemos engañar. No es complicado de entender qué hay detrás de la influencia porcina. Cuidaos vosotros y cuidad a la gente que quereis. Tomad las precauciones que creais necesarias, pero no nos dejemos manipular. Están jugando con nosotros y con nuestra salud. No nos arrastremos por el miedo y la ofuscación porque eso es lo que esperan de nosotros. Actuemos activamente, pero nunca perdamos los dos dedos de frente, puesto que es lo único que nos diferencia de ellos.